"La Pluralidad es Nuestra Carta de Presentación"

La Pluralidad es Nuestra Carta de Presentación
Nada se parece más al pensamiento mítico que la ideología política. Levi Strauss


viernes, 22 de junio de 2012

La tradición oral: los palabreros

La tradición oral: los palabreros.


"En África, cuando un viejo muere, arde una biblioteca"
Proverbio africano.
Donde quiera que haya seres humanos, tendrán un lenguaje. Pero el lenguaje es tan abrumadoramente oral que, de entre las muchas miles de lenguas habladas en el curso de la historia del hombre, la mayoría de ellas no han llegado nunca a la escritura. La primera grafía apareció por primera vez entre los sumerios en Mesopotamia apenas alrededor del año 3500 a. de c. En realidad, la primera palabra registrada que significa “libertad” es la sumeria  “amargi”  que quiere decir libre de deudas. Literalmente, amargi, quiere decir “volver con la madre” porque una vez que se había cancelado las servidumbres por deuda, los peones esclavos podían volver a su casa. Antes de eso, el lenguaje era otro, y en algunas sociedades continúa siéndolo.
Las personas no analfabetas sólo con gran dificultad pueden imaginarse cómo es una cultura oral. Para cualquiera que tiene una idea de lo que son las palabras en esta cultura, no resulta sorprendente que el término hebreo "dabar" signifique "palabra" y "suceso", porque entre los pueblos orales la lengua no es sólo una transcripción del pensamiento, sino de acción. Tampoco resulta sorprendente que los pueblos orales por lo común consideren que las palabras poseen un gran poder. Por eso, consideran que los nombres (una clase de palabras) no es sólo una etiqueta, sino que confieren poder a las cosas, les dotan de ciertas características que el nombre mismo describe. Por eso, en muchas culturas faltar a la palabra es como faltar al alma.
El poder de la palabra resalta también en las funciones de un jefe:

"Por naturaleza, la sociedad primitiva sabe que la violencia es la esencia del poder. Al constreñir al jefe a moverse solamente en el elemento de la palabra, es decir, en el extremo opuesto del poder y de la violencia, la tribu se asegura de que todo quede en su lugar"
Pierre Clastres, antropólogo.
Además, la palabra hablada hace que los seres humanos formen grupos estrechamente unidos. Cuando un orador se dirige a un público, sus oyentes forman una unidad. La escritura y lo impreso lo aíslan en un mundo privado de lectura. Por eso, la palabra hablada es parte ritual de las religiones.
 
Pero la tradición oral no se limita a cuentos y leyendas o relatos míticos e históricos. La tradición oral es la escuela de la vida: es religión, historia, recreación y diversión. En lugares del mundo donde sus gentes  no tuvieron o no tienen acceso a la escritura, muchas de sus sabidurías permanecen en la memoria y se han expresado en mitos, cuentos y cantos o en narraciones épicas. Fueron entendidas por el término "folklore" como un subtérmino de "cultura", pero la antropología trata de dar la palabra a quienes no tienen voz para rescatar del pasado la experiencia de mayorías silenciosas o silenciadas. Hoy todavía hay grupos hábiles en la retórica.

Los inuit dicen que cuando los cuentacuentos hablan, las plantas dejan de crecer y los pájaros se olvidan de alimentar a sus polluelos. Por eso, los cuentacuentos sólo pueden contar mientras la nieve cae. Además, con las historias personales también son muy cautelosos, como si tuvieran una especie de derechos de autor. Contar la historia creada por otro es una suerte de violación. Se puede pedir permiso o incluso comprar la historia para contarla: cuanto mejor sea la historia, más se pedirá por ella. 
Un griot o jeli (djeli o djéli en francés) es, actualmente, un narrador de historias de África Occidental y están presentes entre los pueblos mandé, fule, hausa, songhai, tukulóor, wolof, serer, mossi, dagomba, árabes mauritanos y multitud de otros grupos más pequeños.. Un griot es un depósito de tradición oral aunque también pueden utilizar su habilidad vocal también para contar chismorreos, sátiras o hacer comentarios políticos.
Los griots forman una casta endogámica, es decir, la mayor parte de ellos solo contrae matrimonio con otros griots. En las lenguas africanas, los griots son conocidos mediante un sinnúmero de nombres: jeli, jali, guewel, gawlo... El término mandé jeliya (traducido como "habilidad musical") se utiliza a veces en el ámbitos de los griots, indicando la naturaleza hereditaria de esta habilidad. Jali viene de la palabra jali o djali (sangre).
En Turquía, el meddahlik es una forma de arte dramático turco interpretado por un actor único, el meddah. Históricamente, los meddah se destinaban no sólo a distraer, sino también a instruir y educar al público, una población a menudo analfabeta. El meddah elige los cantos y los relatos cómicos entre un repertorio de historias, leyendas y epopeyas populares, adaptándolos al lugar y al público. Pero la calidad de su espectáculo depende de la relación que se crea entre el narrador y los espectadores. Sus críticas sociales y políticas solían provocar discusiones animadas sobre temas de actualidad. La juglaría perdura también en Turquía gracias a los juglares ambulantes llamados âsiks que rasguean un instrumento de cuerdas llamado saz.
El Naqqali es la forma más antigua de representación teatral en la República Islámica del Irán. El narrador, denominado naqqal, recita historias en verso o en prosa con gestos y movimientos. A veces, los relatos se acompañan con música instrumental y se ilustran con rollos de tela pintados. La función del naqqal es divertir al público y transmitir la literatura y cultura persas. Debe conocer las expresiones culturales, lenguas, dialectos y músicas tradicionales de su región. Las mujeres naqqal actúan ante públicos de ambos sexos.
El arte narrativo Yimakan es un elemento esencial de la minoría étnica hezhen de China, que vive en el nordeste de China. Recitadas en verso y prosa en la lengua de esta etnia, versan en alianzas y batallas tribales, incluidas las victorias de los héroes hezhen contra monstruos e invasores. Como los hezhen carecen de un sistema de escritura, el Yimakan desempeña un papel fundamental en la conservación su lengua materna, religión, creencias, folclore y costumbres, así como la identidad e integridad territorial.
La comunidad de los wayuus está asentada en la Península de La Guajira, situada entre Colombia y Venezuela. Los pütchipü’üis o “palabreros” son personas experimentadas en la solución de conflictos y desavenencias entre los clanes matrilineales de los wayuus. Cuando surge un litigio, las dos partes en conflicto, los ofensores y los ofendidos, solicitan la intervención de un pütchipü’üi. Si la palabra –pütchikalü– se acepta, se entabla el diálogo en presencia del pütchipü’üi que actúa con diplomacia, cautela y lucidez. El sistema de compensación recurre a símbolos, representados esencialmente por la oferta de collares confeccionados con piedras preciosas o el sacrificio de vacas, ovejas y cabras. Incluso los crímenes más graves pueden ser objeto de compensaciones, que se ofrecen en el transcurso de ceremonias especiales a las que se invita a las familias en conflicto para restablecer la armonía social mediante la reconciliación. Según el Director del Observatorio del Caribe y antropólogo wayúu, Wilder Guerra Curvelo, el sistema normativo de los Wayúu, no busca encarcelar o castigar al agresor, visto como individuo aislado, sino recuperar el tejido social afectado por las querellas. Es justicia restaurativa y no punitiva.
Fatima Mernissi cuenta que la decadencia de los árabes comenzó cuando empezaron a descuidar el arte de la comunicación, de la discusión y de las palabras. El último califa, Al Mutadid, era un mal comunicador que ni siquiera sabía hacer un sermón correcto los viernes, el día de la semana en que los califas aparecían públicamente ante la comunidad para demostrar que sabían utilizar tanto la pluma o la palabra (qalam) como la espada (sayf) Los poetas hacían bromas sobre él y los eruditos opinaban "el imán no sabe hablar, no ha sido capaz de explicar claramente lo que está prohibido y lo que está permitido" 
Ese año, el pregonero anunció a la población de La Paz (que es como se conocía a Bagdad) que los cuentistas, los propagandistas de sectas, los astrólogos y agentes similares no podían actuar en las mezquitas ni en las calles. También quedaba prohibido vender o intercambiar libros sobre retórica, filosofía griega o el arte del diálogo y la discusión. Hasta que en 1258 apareció un monstruo en la frontera de Bagdad, el hijo de Gengis Khan, que saqueó Bagdad de una manera terrorífica. No hubo pluma, ni palabra, sólo muerte.
Nada nuevo bajo el sol.
Fuentes:
"Oralidad y escritura. Tecnologías de la palabra". Walter J. Ong.
 
"Un libro para la paz". Fatima Mernissi.
 
"Memorias del Ártico: mi vida con los inuit" de James Houston.
 
 
 
 
 
 

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